Joven Caudillo, prose by Santiago Aguado at Spillwords.com
Martin Pietropoli

Joven Caudillo

Joven Caudillo

written by: Santiago Aguado

@SantiagoAguad5

 

Para un joven caudillo, todo empieza y termina con el fútbol, y, si hay que sumarle cosas que lo convierten en un hombre recio el sol y el amor familiar. En Venezuela hay de todas, primero el calor que parece que sin sol no hay vida, no hay tierra, segundo el amor familiar que no hay que ser estúpido, ese abuelo que te lleva de la mano viejito como un odómetro y más gallego que el pan, te lleva de la mano cruzando la calle y la mano fuerte hijo, fuerte como un ladrillo…como…motil. Tercero el fútbol, que hay Champions y, bueno, todo empieza y termina con el fútbol.

Es un barrio de viejitos españoles con sus estancos y su cachapera, con la pareja de drogadictos que pelea toda la noche y mea justo a la entrada del banco cuyo nombre ya yace en la historia—aquí no hay chiripas, aquí lo que hay es chiripas. El país es caliente, hijo, el país es caliente como un rábano, y lo que hay es sonidos de pájaros y verduleros vendiendo aguacate, yuck, mi colegio yanqui y música y música pero sin miedo y el viejito del estanco que hace ascos hasta a la mujer, y después se arrepiente, y la tapa en Don Balón y le hace el amor gallego…

Tampoco es que vas de la mano. No te portas mal, pero en esta ocasión no vas de la mano. Vas en el carro. Tu abuelo es taxista, y te está llevando a la seguridad de un hogar de tu familia. Tu papá está en Japón o en Malasia en asuntos de negocio, y tú lo quieres porque él provee. Él provee.

Vas en el carro. “Joder” suena como un silbido de perro. Los dos, mi abuelo y yo, sabemos que queremos decir joder—el fútbol ya empezó, y como que en la radio no es lo mismo. Por eso dice uno que los ciegos que son acompañados por amigos a ver el partido son la realidad del fútbol: que no se puede tapar con un dedo. Todo ocurre con una vertiginosidad que no hay momento para decirle a Ole que se la dé a Teddy, simplemente pasa como si hubiera una mano de chance, una mano en la oportunidad, una mano a la oportunidad haciendo flotar ese balón.

Hoy, no hay puestos en el estacionamiento donde mi abuelo reserva un puesto.

El lugar está infestado de cucarachas y sabe Dios qué más, pero huele a hombre gallego, y hace ese calor que está en los genes. No sé si está en los genes, pero hace saber mejor la bocanada de aire fresco. O espaturrada por el diminuto estacionamiento. Al cruzar la calle hay otro estacionamiento.

Te lo estacionan los empleados. Tú entras por una bajada, te paras, y te lo estacionan. Pero este estacionamiento es más caro. Y, lo que te diste cuenta cuando te lo dijo tu abuelo y ya para el día siguiente estaba montado: hay un casino. Puerta de seguridad y todo.

Sí, con luces de neón, y tu abuelo dice “me caches en diez” porque hay actividad ahí. Yo creo que a mi abuelo le gustaba la actividad, era taxista, pero esa actividad no. Lo que sería este joven caudillo con un cigarro en la boca halando la palanca! Lo que serían esa plata y esas mujeres.

Uno sube la cuesta. Sacúdete la cabeza, joven caudillo, sólo el fútbol vale la pena.

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