La Sirena
written by: Jose Manuel Morales Ramos
El viento aullaba entre las velas raídas, arrastrando consigo el hedor agrio de la sal vieja y la madera húmeda.
El barco crujía bajo el peso de un viaje interminable, como si cada tabla suplicara descanso.
Marineros de rostros demacrados, ojos hundidos y piel curtida por el sol y el hambre, se apiñaban en cubierta.
Sus manos, ásperas y agrietadas, sostenían redes que vibraban con un peso oscuro y prohibido.
Como si en ellas se hubiera atrapado el suspiro mismo del abismo.
La Sirena yacía, silenciosa, con la humedad de las profundidades goteando de su piel plateada.
Sus escamas reflejaban una luz fría, como el filo de un cuchillo bajo la noche.
Su cabello, oscuro y enmarañado como algas arrancadas por la marea, caía en cascadas frías sobre sus hombros y su espalda.
Su cuerpo, esculpido por olas invisibles, parecía latir con un pulso ajeno al mundo de los hombres.
Una mezcla imposible de belleza y fatalidad, tentación y muerte.
Un leve aroma a mar y a naufragios olvidados se desprendía de ella, como un presagio que sólo la piel podía entender.
Sus ojos, dos abismos insondables, atrapaban y devolvían la mirada de aquellos hombres.
Despertaban en ellos un hambre más antigua que el mar mismo.
Al principio fue la curiosidad, un brillo fugaz en pupilas gastadas.
Luego, el deseo se encendió como brasas.
Devorando las últimas defensas que quedaban entre la cordura y la bestia.
Sus cuerpos hablaban sin palabras: miradas que devoraban, bocas que se humedecían, manos que temblaban.
Un hambre brutal, voraz, animal, se derramaba sobre sus almas cansadas.
El aire, espeso como la niebla antes de la tormenta, les pesaba en el pecho, robándoles el aliento.
Nadie osaba romper el silencio.
Un silencio que crecía como una marea negra y subía hasta anegar la razón.
Ella, prisionera y reina de ese instante, era la encarnación de la lujuria más oscura y la belleza más pura.
Bajo la luz fría de la luna llena, parecía hecha de la misma materia que el océano profundo.
Un imán irresistible, tan bello como el canto de las olas y tan letal como su abrazo.
Y asi, bajo un cielo sin estrellas, una oscuridad densa y opresiva, en aquel buque solitario,
aquellos marineros perdidos, hambrientos, cuyas almas, exhaustas y cargadas de melancolia,
yacìan ancladas ya sin remedio a la sombra que proyectaba aquel ser bajo sus pies,
no podían mas que aceptar la certeza de no haberla capturado,
sino de ser ellos quienes estaban atrapados.
- La Sirena - October 8, 2025
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