Cest Moi et le Molotov
written by: Santiago Aguado
Frijolero estaba altamente prohibido en mi casa cuando era niño. Imagínate, una colegiala con las pantaletas en las rodillas. Pffft; prohibidísimo.
Luego llegan otros tiempos. El vecino se compra una camioneta nueva, y le instala un reproductor MP3, y ahí sí que se quema “Gimme The Power”, y “Amateur”, que me acaba de salir en Spotify. Venezuela es un país de adobe, mis amigos y yo somos las primeras creaciones del Popol Vuh.
Venezuela se va haciendo de acero, y a mí me toca migrar por razones económicas. Llanto, la novia, Puerto Rico, una isla. Luego un amigo. Le Metsique. Rocanrolero hasta el tuétano. Lateral derecho detrás mío. Pal futbolito no va.
Es mayor ese viejo cuate (somos todos mayores) y tiene la mayoría de edad para ir al concierto de Molotov con par de defensores más. Balonazo a todo lo que da. Un equipo de un bachillerato chiquito—campeón en su división, pero poco más.
Concierto legendario, supuestamente. Yo en Halloween en Puerto Rico no salía. No tenía la edad y pinga bonche e gente.
Paseaba en la troca, dice el güevón este. CON QUEMA COCOSSSSS. Tiempos de transición.
Luego al mainland. Acoplarme, o no. Beber, eso sí. Y ganja también. Un renacimiento nacionalista resguardado por mi ciudadanía, y mí igual nacionalismo científico por los United.
Dolor. Dolor. Dolor.
Reganamos el marico. Lo intercalamos con par de cabrones. Se visita Venezuela! Para Thanksgiving. Unas arepas con nata. Chávez vive.
Poco y nada. Mujer. Sea la máquina. Mujer a larga distancia. Mucho mecanismo.
Sexo explícito. Mutis. Un vagabundo como confundido. Vamos a la primera: su casa. Molotov por la computadora de artistas. El bajo bien chingón, wey. Par de cejas que se levantan.
Concierto en Irving Place. No, mejor no. Creo que estaba a $49. Me hubiera costado, pero yo le caía. Nada. Y que y que Gracias por Molotov. Mutis y pobreza, papaíto.
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