Luces Derritiendo Voces
written by: Romulaizer Pardo
@RomulaizerPardo
En la creencia
de los orígenes
existe la palabra
que es el conocimiento.
Pensamos después
de actuar
primeramente
para luego meditar
antes de hacer.
Con la quietud
explosiva de la luz
nutrimos las formas
para dar significado
a nuestros actos.
En el columpio,
eso que pende
de un polo al otro,
la oscuridad nos inunda.
Cuando queremos
llenarnos de deseos
perdemos el sentido
de nuestras acciones,
cuando actuamos
perdemos el imán
de nuestros deseos.
Sabiduría de Budha
esta y como todas las biblias
un comienzo y un final.
Encender e iluminar
personifica el sol
dentro de nosotros
cultivado como Dios
por los Mexicas
y los Arios,
por los Taoistas
y los Helenos,
por Totonacos
y Romanos.
Sol que no alcanza
la profundidad
de los abismos
en los océanos
pero que cubre
nuestra historia
en la versión apolínea
de todo lo circundante.
Nosotros somos
traductores del más allá
en un más acá
que nos identifica plenos
contra el terror y la muerte.
Cuando la noche
nos oculta
desaforados consumimos
las formas de la violencia
pero extasiados
sentimos y nos atemorizamos
por todos los nombres
dados al mundo y las cosas.
Entonces sí,
la luz no nos oxida
nos provoca
y estimula como plantas,
árboles y ríos. Somos vida
para ser nubes de tormentas,
somos aire y calor
para ser padres y abuelos,
somos saltos al reflejo
de una noche extraviada
que nos define.
Pero nosotros conquistamos
el territorio de lo desfigurado
con nuestra mínima esencia
que cree en divinidades
intercesoras para protegernos.
Cuando en la cúspide
del sueño nos aferramos
a lo pasado y lo futuro
se nos revela
la lontananza del misterio
y las heridas nos consagra.
Entonces construimos con
el lenguaje y las manos
con el cuerpo y la palabra
un habitat que nos procure
mundos conocidos y plenos.
Entonces ese logos
que fue la palabra creada
por el impulso del origen
es el principio y el final
de aquellos nombres
que nos definen.
En la simiente de nuestros adentros
oscuridades y luces
son voces que nos atañen
cuando desparramamos
días y silencios
entre amores, actos y recuerdos.
Manantiales entonces
son las luces que nos comen
porque al final son inalcanzables
pero siempre están presentes
en nuestros buenos días
en nuestra palabra santa
en nuestro común acuerdo
de vivir habitantes del amanecer.
En esta forma nuestra silueta
que de mancha tiene mucho
nos esculpe una tibieza
conocida como amor
para edificar el caos
que nos consume. Si en el aire
que nos oxida
mutamos oxígeno
por fotones
encontramos nuestra presencia
como un halo de arcoíris
para encontrar al final del camino
el sitio de la fortuna.
En este ápice de mutismo
que la luz nos deja
cuando nos protege
se ubica nuestra esencia
antes de la pugna infinita
de los lúgubres residuos
antes del poder de la vida.
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